Ferrán Adriá en ESPACIO TELEFÓNICA: para hacerse un máster.

Paseando con calma por la exposición, justo a la salida de esa galería medio escondida y completamente infestada de papeles, me topo con Luis Castelo, Doctor en Fotografía y Secretario de la Facultad de Bellas Artes de la UCM, que acompañado de sus hijos me dice: “Llevo una hora y media y me queda toda esa parte. Ánimo y feliz año”. Pues eso.
Baste aportar además que mi acompañante, mucho más docta que yo en museología y museografía, dijo nada más entrar “qué cosa el horror vacui”. Qué mujer.
Cualquiera que haya visitado la exposición (y que haya hablado posteriormente conmigo) acaba comen- tando los siguientes aspectos:
1. Hay demasiado contenido: millones de notas, paneles, fotos (en ocasiones repetidas, lo cual despista al paseante más veloz). Se presume titánico el esfuerzo de reunión de todo aquello que ayude a explicar qué empezo siendo y por qué llegó a ser lo que fué El Bulli, pero una exposición debe acercar, ayudar a com- prender, explicar… y esta impresiona, fascina… pero se explica con un lenguaje demasiado enrevesado.
2. Es complicada de seguir: si bien plantea, a mi entender, una preciosidad de infografía transversal a todo el recorrido que nos cuenta en qué parte del proceso nos encontramos, uno no sabe para dónde ir, qué es lo que viene después, qué parede seguir observando a continuación
3. Hay que volver otro día con más calma: lo cual es en sí mismo un arma de doble filo. Sin querer gene- ralizar, nos conocemos. No vamos a volver.
En el fondo todo es lo mismo. Demasiada información. El descubrimiento de herramientas nuevas permite ideas nuevas (interesante debate el de cómo la técnica contribuye a la creación mucho más que al revés). La constante búsqueda de lo nuevo reflejado en viajes, en visitas a las cocinas más remotas. Vajilla creada adhoc para cada menú, que de El Bulli llega a las tiendas de todo a un euro (esas cucharillas para ape- ritivos monodosis…). Procesos que gracias a programas como Top Chef o Máster Chef vemos que se han extendido al recetario de cocineros de todo el mundo.
Baste decir, por ejemplo, que un vinilado de pared nos indica que hasta El Bulli la inclusión de la cocina oriental en la cocina europea era mínima. Panel impresionante con los platos fusionados de asia y occi- dente el que ofrece la exposición.
Todo es, de hecho impresionante. Porque a pesar de que la inmensa cantidad de árboles casi no nos deja ver el bosque, lo que El Bulli: Auditando el proceso creativo nos ofrece es un más que detallado cuaderno de campo que narra no un proceso creativo, sino de un constante viaje hacia la innovación, en mayúsculas y sin paliativos. Adriá es la punta de lanza de la investigación visible española. Y esta expo no hace sino invitarnos a la mente de un genio.

Lo dicho, para hacerse un máster.